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1 DE JULIO DE 1609
El licenciado don Francisco Domínguez era cura de Villel desde 1591, según consta, en escrito de su propia mano, en el libro 2º de Bautismos, en el que dice literalmente lo siguiente: “A 15 de Agosto de 1591 vine yo, el licenciado Domínguez, a servir a la iglesia de esta villa de Villel”. Lo fue casi dieciocho años. Antes lo había sido de la parroquia de San Pedro, en Ariza, de donde fue trasladado a Villel por presiones del Rey Felipe II, que no perdonó la protección que el clérigo había prestado a Antonio Pérez (el de la Leyenda Negra), natural de Monreal de Ariza y secretario rebelde, entonces enemigo del Rey. Era muy inteligente, como se pone de manifiesto en sus escritos claros y de buen estilo.
Ha tenido una caída, en las empinadas calles de Villel, con tan mala fortuna que le ha producido la muerte inmediata. Descanse en paz el licenciado Domínguez.
Había gozado de buenas rentas y tenía dinero ahorrado. Sus parientes y herederos de Hinojosa, Sigüenza y Bubierca lo disfrutarán. Para Villel, que se lo habían dado todo, no dejó nada.
Tenía mandado que quería ser enterrado en la iglesia de Milmarcos, de donde era oriundo, y allí le llevaron, en caballerías, por duro camino, sus generosos feligreses de Villel. Se lo entregaron a don Pedro Sanguino, cura del pueblo vecino.
Don Juan de Alba, hasta ahora cura teniente de Algar, se ha encargado provisionalmente de nuestra parroquia.
Su partida de defunción, en Villel, registrada a continuación de otra firmada, poco antes, por el propio licenciado Domínguez, dice así:
«En primero de Julio de 1609 falleció, en esta villa, el licenciado Domínguez, cura que fue de esta villa.
No recibió ningún sacramento, excepto el de la Extremaunción, porque murió de repente, de una caída. Hizo testamento cerrado ante Juan de Ribas, escribano.
Mandose enterrar en Milmarcos y en esta iglesia no dejó ninguna cosa.
Y así es verdad.
Firmado: Juan de Alba.»
Su partida de defunción, en Milmarcos, dice así:
«En primero de Julio de 1609 murió el licenciado Francisco Domínguez, cura de Villel, y le trajeron a este pueblo el dicho día, por haber mandado en su testamento enterrarle en la iglesia parroquial de este lugar.
Hizo testamento y ordenó, por su ánima, lo siguiente:
– Que su cuerpo se enterrase en la grada del altar de San Sebastián. Tiene la iglesia de dote quinientos maravedíes.
– (Que) se le hicieran cuatro oficios, con los clérigos que a sus testamentarios pareciese, y se les dé, a cada uno, cuatro reales por cada oficio y al sacristán un real.
– Dejó, por su ánima, doscientas misas: cien en el Monasterio de Piedra y cien en San Francisco, de Molina.
– Dejó una novena cantada, con sus preces, y pan, vino y cera, como es costumbre.
– Dejó un treintanario cantado y (que) se pague lo que es de derecho.
– Dejó siete ducados al cura, con obligación de un responso cantado, a misa, y otro rezado en vísperas. Y no contentándose con esto (que) se digan misas en un monasterio.
– Ítem dejó, durante el año de su defunción, que ardan dos velas de cera, a misa y a vísperas, en el altar de San Sebastián y, cumplido el año, se queden los candeleros para la iglesia.
– Dejó un aniversario perpetuo, en cada año, en el día de San Francisco de Paula y el día que de él rezase la Iglesia, con tres clérigos, y se han de decir vísperas y una misa cantadas y las dos rezadas con el responso, a vísperas y a misa, por su ánima. Y así les dé de dar de pitanza a cuatro reales y al sacristán un real. Queda obligado al aservir al patrón de sus memorias.
– Dejó una capellanía, dotada perpetuamente, con carga de cuatro misas en cada semana.
– Dejó otra memoria para estudiantes, todo lo cual está por ascenso declarado en su testamento, por la cual pedirá cuenta el Señor Visitador, si se cumple como él ordenó y mandó.
– Dejó por testamentarios al doctor Juan Domínguez, racionero de la Santa Iglesia de Sigüenza, a Martín Gil González, vecino de Bubierca, y a Gregorio Domínguez, vecino de Hinojosa y primer patrón de sus memorias.
Requiescat in pace. Amen.
Firmado: Pedro Sanguino.»
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